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viernes, 26 de junio de 2015

LAS MÁQUINAS TAMBIÉN SE LLEVARÁN TU EMPLEO

Hace unos días comentamos en el artículo “La tecnología: ¿enemiga de los empleos?” las preocupaciones que tienen muchas personas de que los avances tecnológicos terminen desplazándolas de sus puestos laborales. Dijimos que los catastrofistas neoluditas auguran un mundo de desastre en el que parece que dieran por sentado que aquellos nuevos desempleados morirían sentados de inanición. La realidad es que la experiencia demuestra que así como han desaparecido para siempre miles de oficios también han aparecido nuevas profesiones y que, en todo caso, la infinita capacidad emprendedora de la gente los lleva a encontrar nuevas formas de ganarse la vida.

Los seres humanos tenemos la capacidad innata de actuar y adaptarnos a las circunstancias. Es gracias a dicha capacidad que logramos convertirnos en la especie dominante sobre este planeta. La visión simplista y materialista que tiende a vernos como si fuéramos máquinas obsoletas que se pueden desechar, incapaces de hacer nada más que una sola cosa de la misma manera, es un error.

En el uso de nuestra capacidad de adaptación e innovación, los humanos comenzamos a utilizar toda clase de incipiente tecnología primero en la forma de herramientas rudimentarias, de nuevo, con el objetivo de desempeñar de mejor manera determinada acción. Por eso, sea que se trate de un simple cuchillo para cazar hasta los más modernos robots que automatizan procesos en la industria, la tecnología en esencia y origen siempre será una creación humana, no al revés como parecen sugerir los catastrofistas.

La tecnología productiva, por lo tanto, no es una herramienta para la autodestrucción de personas. Es por eso que las mejoras en los procesos si bien desplazan trabajadores, del mismo modo elevan la productividad, abaratan las mercancías y tienden a hacerlas más accesibles para todos. El poder adquisitivo aumenta.

Gracias a ello, artículos que en el pasado fueron exclusivos de la realeza hoy son incluso de consumo masivo como ropa, zapatos, vehículos de transporte, y un interminable etc.

Eso sí, más que conveniente resulta aclarar que si bien la tecnología no es la enemiga de los empleos, hay un ente que sí lo es por entorpecer los procesos de cambio, adaptación y reacomodo de las fuerzas productivas, en especial, el trabajo: el intervencionismo del Estado.

De la misma manera que las leyes de salario mínimo –como hemos explicado en el texto “La absurda idea de subir el salario mínimo” crean desempleo y afectan a quien se dice beneficiar, toda intervención para “defender” o “proteger” las plazas laborales impiden la creación de más, y obstaculizan el que nuevos grupos de trabajadores incluso con mayor cualificación encuentren espacios. Los jóvenes suelen ser los más afectados.

Por lo tanto, si para elevar el nivel de vida de la mayoría de la población es indispensable el avance tecnológico, también lo es que el Estado saque las manos de la economía. El costo de no hacerlo es que los niveles de desempleo se disparen de manera innecesaria, se inhiba la creatividad empresarial y con ello la creación de riqueza.

Todo lo anterior viene a cuento porque no hay duda de que empleos hoy muy comunes seguirán desapareciendo. Basta echar un vistazo al mapa titulado “The Most Common Job In Every State”publicado en febrero pasado por NPR.org, que reveló que en 2014 el empleo más común en la mayoría de estados de la Unión Americana fue el de conductor de camión (truck driver).

El punto es que esta industria genera casi 9 millones de empleos directos e indirectos en Estados Unidos que están en riesgo de perderse. Y es que de acuerdo con estimaciones conservadoras de Morgan Stanley hacia 2022 se logrará una capacidad de autonomía completa en los vehículos. Lo anterior significa que los autos y camiones que “se manejan solos” comenzarán a ser la regla y no la excepción, en especial, en el área comercial. Los coches que tanto nos apasionan hoy, podrían quedar extintos como los conocemos unos 20 años después.


Los empleos pues, tienden a desaparecer pero eso no debe alarmarnos. Claro, lo anterior si somos capaces de exigir y lograr que nuestros gobernantes entiendan que la economía funciona mejor sin su corruptora intervención. Unos empleos e industrias se irán, pero gracias al olfato de los emprendedores en descubrir y crear nuevas oportunidades de ganancia, nuevos surgirán de la nada. El mejor estímulo es garantizarles a esos emprendedores la apropiación de las ganancias y su conservación. El camino opuesto nos llevará a que millones sufran de más.

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